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¿En qué te estas especializando?
Imagínate que un día te despiertas y no sabes quién eres. No te acuerdas ni de tu nombre, ni de tus familiares, ni de tus amigos… No tienes ni un solo recuerdo de la infancia o de la adolescencia, y hasta mirarte la cara en un espejo te resulta divertido y sorprendente.
Tu cuerpo está relajado y cargado de energía, y disfruta descubriendo los sabores, los aromas, los colores,… Todo se presenta como una nueva experiencia a la que te abres plenamente, porque tampoco posees prejuicios ni ideas preconcebidas de las cosas, los conceptos de bueno y malo de los que los demás hablan te resultan arbitrarios e ilógicos en muchas ocasiones.
La vida es ligera y deslumbrante. Todo te produce curiosidad e indagas con candidez e inocencia, haces mil y una preguntas porque de tu mente se ha borrado el hábito de hacer suposiciones.

Imagínate que un día te despiertas y no sabes quién eres. No te acuerdas ni de tu nombre, ni de tus familiares, ni de tus amigos… No tienes ni un solo recuerdo de la infancia o de la adolescencia, y hasta mirarte la cara en un espejo te resulta divertido y sorprendente.
Tu cuerpo está relajado y cargado de energía, y disfruta descubriendo los sabores, los aromas, los colores,… Todo se presenta como una nueva experiencia a la que te abres plenamente, porque tampoco posees prejuicios ni ideas preconcebidas de las cosas, los conceptos de bueno y malo de los que los demás hablan te resultan arbitrarios e ilógicos en muchas ocasiones.
La vida es ligera y deslumbrante. Todo te produce curiosidad e indagas con candidez e inocencia, haces mil y una preguntas porque de tu mente se ha borrado el hábito de hacer suposiciones.
Expresas lo que sientes y lo que piensas y te sorprende que los demás no lo hagan y que se compliquen tanto la existencia intentando ser diferentes de como que son.
Seguro que has visto esta situación en una película, pero ¿y si te pasara a ti? ¿te gusta la idea o te aterroriza convertirte en alguien que no sabe quién es? ¿en alguien sin pasado?
En realidad, enfrentarse así a esta situación es sólo una posibilidad. Existe la opción contraria, que también hemos visto en el cine muchas veces. Con esos personajes que sufren porque dicen que “quieren recuperar su vida” y “volver a ser yo”… y se esfuerzan por lograrlo. En algunas películas terminan consiguiéndolo (a veces incluso con terribles venganzas incluidas) y en otras, la vida les enseña que es mejor dejar atrás el yo pasado y empezar de cero.

Es interesante la seguridad que nos da tener un pasado y saber quiénes somos. Nos da una biografía, un puñado de certezas y una dirección en la que ir o una meta que perseguir, unas normas para regir nuestras conductas y millones de justificaciones para cada uno de nuestros actos cotidianos.
Sin embargo, a veces no nos damos cuenta de cuánto nos limita este yo con el que nos identificamos, cómo nos obliga a repetir hábitos que nos hastían y a permanecer en relaciones que no nos satisfacen, cómo nos lleva a poner tiempo y energía en prioridades que son más fruto de la resignación que de la convicción y cómo cada vez nos hace sentir menos capaces de vivir de otra manera sin tanto cálculo y tanto salvavidas.
No es mi intención demonizar a este yo, ego, personalidad o como queramos llamarlo y beatificar al hombre sin pasado, sólo te propongo explorar una polaridad que como siempre, no se resuelve enfrentando los opuestos sino integrándolos.
¿Cómo podemos hacerlo? ¿cómo encontrar el equilibrio entre ellos? El primer paso es aceptar que ambas partes de nosotros son necesarias y que forman un continuum.
La persona sin pasado representa a nuestro niño y también a nuestro anciano que ha sabido envejecer y alcanzar la sabiduría que consiste en tomar lo que la vida trae momento a momento y valorar sólo lo que es realmente importante en ese instante.
La personalidad es necesaria porque es el recorrido que necesitamos hacer para llegar del uno al otro, es el paso entre el ser esencial inconsciente y el ser esencial consciente de sí mismo.
Es decir, la naturaleza de la personalidad no es ser una estructura rígida e inmutable, sino un vehículo, un campo de experimentación, un camino de autodescubrimiento, un proceso en constante evolución que busca conducirte a la autoconsciencia a través de la profundización en ti mismo y tus experiencias.
El problema es que la personalidad, que nos ha librado de muchos escollos y nos ha salvado la vida en innumerables ocasiones, considera que ya ha alcanzado la sabiduría, la perfección y la verdad absoluta y por tanto no necesita evolucionar sino mantenerse firme y demostrar a todos cuál es la manera correcta de ver el mundo.
Como siempre digo, esta prepotencia egóica me conecta con la arrogancia con la que miraba a mis padres con poco más de dieciséis años, convencido de que ya lo sabía todo y de que ellos, pobres caducos, no podían enseñarme nada. Y claro, después la vida ha sido tan amable de demostrarme que aún tenía tanto por aprender… y lo que me queda…
Por este motivo, no tiene sentido aferrarnos al personaje que hemos creado, a mi yo y a mi vida. Por supuesto que tenemos unas raíces y un pasado. Pero no para justificarnos ni perpetuar nada, sino para usarlas de materia prima y encontrar las claves que nos permitan cambiar y evolucionar.
Para transformarnos es preciso que miremos a ese yo que creemos adulto como un adolescente que todavía tiene un millón de cosas por descubrir y aprender. Que le dejemos experimentar y equivocarse. Que pueda cuestionarse las creencias que le han inculcado y que no acepte ninguna como dogma de fe. Que se arriesgue a volver a amar como cuando se enamoraba en la pubertad. Que sienta que todas las puertas están abiertas para él. Y que se sienta sostenido y protegido por ese ser esencial que por este camino va tomando consciencia de sí mismo.

Pero hacer todo esto que suena tan bonito nos da tanto miedo que preferimos cuestionarlo y seguir aferrados a nuestro yo. ¿O no hay una parte de ti que lo está haciendo mientras lees esto?
Por eso en la tradición del trabajo interior se dice que sólo es posible recorrer este camino acompañándonos unos a otros, trabajando en un grupo que nos ayude a encontrar espejos, cómplices, manos que nos sujetan, guías… y que nos haga conscientes de que nuestros miedos y dificultades no son nuestras rarezas ni nada de lo que avergonzarnos, sino lo más normal del mundo en alguien que está aprendiendo a vivir en el presente.
En el grupo, puedes descubrir que la personalidad es lo que te permite conocer tu verdadero ser porque es el único asa por donde puedes agarrar la tapa que hay que levantar para ver qué hay debajo. Por eso es tan crucial conocerla a fondo y entender sus mecanismos.
Que el pasado es lo que te permite comprender cómo de subjetivos son tus valores y tus creencias que es el entramado que no te deja estar en el presente.
Y que cualquier herramienta, como puede ser el Eneagrama, no es más que eso, porque lo importante no es convertirte en un experto en números y eneatipos. Sino que lo único importante es que te conviertas en un experto en ti mismo.
Y puestos a ello ¿a ti en qué te gustaría especializarte? ¿qué tipo de experto te gustaría ser? ¿experto en un personaje que vive repitiendo los mismos patrones día tras día y defendiendo su estatus y su porvenir? ¿o experto en alguien que busca abrir su corazón y vivir sin miedo?
Si eliges la primera opción, adelante, sigue con ella porque es lo que has estado haciendo toda tu vida y seguro que puedes conseguir que tu máscara brille un poco más. Quizás tanto que se te olvide que dentro de ti hay una parte que se está asfixiando y que es la que te hace único e irrepetible como ser humano.
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Si eliges la segunda, prepárate porque comienzas el viaje del héroe a la conquista de su corazón. Un viaje que requiere coraje y compasión porque te va a llevar a través de las zonas más oscuras de tu personalidad para iluminarlas y convertirlas en talentos y cualidades al servicio de ese yo genuino que hay bajo la máscara.
Aunque en realidad, no estás eligiendo nada, porque la segunda es la única posible cuando la primera cae por su propio peso, cuando ya no puedes seguir manteniendo internamente las ilusiones de la máscara y del pasado. ¿Estás ya en ese momento de empezar a especializarte en ti?
Pedro Espadas